lunes 28 de abril de 2025

Talleres Sustentables suma una marca de muebles con impronta de RSE

- Publicidad -

Con una década como fabricante de muebles, Talleres Sustentables inauguró en noviembre el primer local de venta al público de su nueva marca: Mínimahuella, ubicado en Palermo, Ciudad de Buenos Aires, avanzando en su inserción en el segmento de muebles naturales.

Bajo la premisa “no se trata sólo de qué hacemos, sino de cómo lo hacemos”, la empresa radicada en Don Torcuato, norte del Gran Buenos Aires, expande su presencia en el mercado con una propuesta basada en una cuidada calidad final, la trazabilidad ecológica de todo el proceso de producción y una propuesta enmarcada en la Responsabilidad Social Empresaria.

ASORA Revista visitó la planta industrial y conversó con su director, Rodrigo Matta, quien adelantó los planes para 2020, que incluyen la apertura de una filial en Barcelona, España.

- Publicidad -

ASORA: El lanzamiento de Mínimahuella incorpora una nueva marca a la empresa, con una línea de productos diferentes. Hoy tienen tres marcas con diferentes tipologías de productos. ¿Cómo se estructura Talleres Sustentables?

– Rodrigo Matta: Somos una única empresa con tres marcas. Talleres Sustentables es, además, una marca en sí misma, nuestra marca insignia, la que más muebles tiene y la que más vende. Son muebles para toda la casa. Hace dos años creamos una marca nueva: Ukelele, enfocada a muebles para chicos. Con la misma identidad, pero apuntando a ese segmento. Por último está Mínimahuella, que son muebles chicos y objetos realizados con todos los descartes de producción de las otras dos líneas. Esta marca está enfocada a productos que tengan un mínimo impacto ambiental y una fuerte impronta social. La producción la hacemos a través de nuestro taller-escuela, con chicos de quinto y sexto año que vienen a hacer pasantías dentro de la fábrica. Es un proyecto que hacemos junto con la Fundación Reciduca.

– ¿Por qué tomaron la decisión de ir diversificándose a través de marcas?

– En principio, necesitábamos generar más volumen. Entendimos que hacer una marca de muebles para chicos era algo que no nos competía con lo que veníamos haciendo. Así armamos Ukelele. Y funcionó tan bien que empezamos a armar tiendas propias. Tenemos dos, con sus vendedores, su propia estética. Al mismo cliente que le vendemos una mesa de Talleres Sustentables y le gusta nuestra identidad, le podemos vender los muebles para sus hijos también.

La empresa trabaja muchísimo la imagen de un producto sustentable y natural. ¿Cómo juega la tecnología en el proceso productivo?

- Publicidad -

– Tomamos jóvenes que son nuevos en el oficio, lo que nos obliga, de algunaforma, a contar con muy buena tecnología en el proceso de la madera para que, después, el proceso de armado y construcción sea simple. Si bien tratamos de enseñar el oficio, hacemos mucho foco en el proceso de armado de los muebles. Y a la vez, hacemos que comiencen a familiarizarse con las nuevas tecnologías mediante prácticas de producción. A través del centro de mecanizado sienten que están armando un mueble, porque la búsqueda es que terminen un producto y se sientan satisfechos con su propia labor. Entonces, al tener buena tecnología se logra que una pieza terminada sea de primera calidad aún con poco conocimiento del oficio.

A lo largo de esta década, ¿cómo fue el proceso de Talleres Sustentables hasta llegar a lo que la empresa es actualmente?

– El primer hito en esta historia fue una participación en la feria Puro Diseño. Ahí me di cuenta que algo hecho a mano y con el diseño que nosotros teníamos funcionaba. Un poco tiempo después abrimos nuestra primera tienda en Palermo. Junto con eso, armamos nuestra primera fábrica en San Fernando y compramos máquinas austríacas. Eso fue importantísimo para asegurarnos una producción de calidad. Poco tiempo después se empezó a restringir la importación y nuestro proveedor se fue del país. Se nos empezó a complicar el mantenimiento y empezamos a cambiar todas las máquinas por otras de un proveedor local. Esto fue un segundo hito importante porque nos ayudó a mejorar y tener el servicio al día. Otro cambio significativo fue que arrancamos con un galponcito en San Fernando. Después alquilamos otro galpón a dos cuadras, donde hacíamos el taller de entelado de los muebles, que es una característica propia de nuestras líneas. Seguimos creciendo y alquilamos otro galpón para hacer la logística. Típico del crecimiento de las pymes. Y hace dos años nos mudamos a esta planta en Don Torcuato, donde tenemos todo unificado. Fue un cambio radical en nuestra producción, mejoramos los tiempos, la calidad y, obviamente, nos permite aspirar a crecer mucho más. Al tener una playa muy amplia podemos tener un montón de madera secándose naturalmente. La mudanza nos dio la posibilidad de crecimiento y de mejorar nuestros procesos. Además, recolectamos el agua de lluvia y un montón de otras cosas que marcan bien nuestra identidad. Junto a la nueva planta fue muy importante la apertura de las tiendas. Eso nos dio crecimiento. Primero abrimos en Palermo y luego en Martínez, que duplicó la primera. Después abrimos Norcenter, que duplicó Martínez. Seguidamente lanzamos nuestra marca de muebles para chicos, y ahora abrimos Minimahuella, que tiene más un objetivo social que económico.

Sin dudas que la nueva planta fue un punto de quiebre, ¿qué características tiene?

- Publicidad -

– Fue sí. La planta tiene 3000 metros cuadrados, de los cuales 600 son del depósito de logística, 900 de carpintería y el resto, algo más de la mitad del total, dedicado a los diferentes procesos de terminación. Nosotros le decimos “entelado”. Todos los tratamientos de superficie son al agua y las telas son de algodón natural. En total somos casi 80 personas que trabajamos en la empresa. En cuanto a las máquinas, contamos con un CNC, cuatro escuadradoras, una cepilladora de cuatro caras que la usamos para todo lo que es descarte para hacer los productos de Mínimahuella. Y todo un parque de máquinas tradicionales de carpintería: cepilladora, garlopa, varias agujereadoras múltiples, porque hacemos procesos de tarugado, sierra sin fin, lijadoras varias. Si bien usamos mucha madera maciza, también incorporamos placas crudas y con enchapados en madera natural. Todos los cajones e interiores de muebles son de madera.

¿Con qué especies trabajan?

– Usamos petiribí, como madera autóctona, y de reforestación usamos araucaria. También incorporamos lenga y kiri. El álamo lo aplicamos en las estructuras.

– ¿A qué obedece la selección de estas maderas?

– Más que nada por estética. Nos gustan y las queremos desarrollar. También porque tenemos una buena respuesta del público.

¿Qué volumen de madera utilizan?

– Entre 5000 y 8000 pies de madera por mes y 300 placas de MDF y enchapados por mes. En etapa de secado por oreo hay más de 18000 pies. La madera la compramos a diferentes revendedores de Buenos Aires.

Como plantean el proceso de producción queda claro que el acabado del mueble es para ustedes un área sumamente importante porque allí se define la identidad de la producción. ¿Cómo encaran esa parte del proceso?

– Es donde más mano de obra tenemos. Los muebles tienen una característica que no hay muchos que lo hagan: están “entelados”. El entelado tiene un tratamiento al agua. Una vez que el hilo de algodón toma el tratamiento, tiene nueve manos arriba y se satura, generando una película que lo hace impermeable. Todos nuestros muebles están entelados, no se manchan. Esa es la característica más fuerte que tienen. Hoy usamos MDF crudo certificado para las carcasas que entelamos. Lo primero que se hace es la carcasa del mueble. Cinco enteladoras hacen el proceso a mano, mueble por mueble. Una vez que el mueble está entelado, tenemos nueve colores para teñir. Después se le da el tratamiento impermeable. Muchas veces el mueble vuelve a la carpintería, se arma y vuelve a terminación. La etapa de terminación está muy conectada con la carpintería. Luego se entregan. No es un proceso habitual, menos de manera industrial. Es parte de nuestra búsqueda de identidad como empresa.

¿Cómo manejan el diseño?

– Es un componente fundamental. Natalia Hoz es mi mano derecha y diseñadora industrial. Con ella fuimos armando las primeras colecciones. Hoy tenemos cuatro diseñadores industriales senior y tres diseñadores industriales que son estudiantes. El mismo objetivo que tenemos en la carpintería se aplica al diseño. Creemos que hay que darles lugar a los diseñadores y dejar de copiar de afuera.


– ¿A qué segmento de mercado están dirigidos estos muebles?

– El ABC1. En precio-calidad estamos muy bien. Competimos con las marcas de alta calidad a un precio más bajo. Nos focalizamos muchísimo en el servicio: entrega y venta. Entregamos con nuestros propios camiones. Buscamos dar un excelente servicio. Actuamos ante cualquier problema y cambiamos el mueble. Si es necesario, hacemos el mueble de nuevo. Sea por error nuestro o error del cliente. Trabajamos mucho en la confianza, que es el eje central de nuestra empresa en todo: con el cliente y entre nosotros, los que trabajamos acá. Trabajamos mucho la confianza. Y queremos que el cliente confíe en nosotros.

– ¿Los canales comerciales son sólo los propios?

– Sí, tanto en tiendas físicas como por e-commerce.

– ¿Qué porcentaje de la facturación total representa el e-commerce hoy?

– Es como una tienda más. Tenemos tres tiendas físicas y una cuarta tienda es el e-commerce. En total representa el 25% de las ventas y queremos que sea más. Tenemos estudiado que las venta en las tiendas se hacen por clientes de alrededor de las mismas. Queremos expandir eso y la única manera es abriendo más tiendas físicas –que es más costoso– o tratando de potenciar el e-commerce y que más gente del interior del país puede comprarnos. Estamos trabajando mucho la logística, armando alianzas con expresos para ver cómo podemos hacer para llegar con el precio más económico posible al interior, incluso estamos analizando absorber el costo de envío. El tema es bastante complejo pero creemos que para el año que viene vamos a tener funcionando una mejor logística para llegar a todo el país. Ya estuvimos haciendo pruebas.

¿Cuánto hace que empezaron con el e-commerce?

– A mitad de 2019. Tenemos ventas en el interior a personas que ya conocen nuestros muebles de alguno de nuestros locales, se quedaron con la idea y empiezan a preguntar. Te siguen por las redes y, de repente, cuando hacés una promoción, te compra. Queremos ver cómo llegar a gente que no nos conoce porque es muy difícil mostrar la calidad de nuestros muebles a través de fotos. Y aunque a alguno le suene raro, también trabajamos mucho la energía: hay una cosa que impulsa todo esto que hacemos que un mueble de otro lado no tiene, el cómo lo hacemos: a mano, en equipo, trabajando un para qué. Eso, en la tienda, cuando alguien entra al local, hay algo que le llama la atención y le genera empatía y calidez. Siempre le digo a los chicos que venden: cuando alguien se lleva este mueble, se va a llevar a su casa algo con buena energía. Toda la historia que tenemos como emprendimiento para mí se transmite en el mueble. La foto en la computadora nos lo hace más difícil. Estamos viendo cómo conseguimos que se pueda traspasar la pantalla con nuestra energía.

– ¿Qué visión tienen desde la empresa sobre el mercado del mueble?

– Puedo hablar de lo que nos pasó a nosotros particularmente y es que nos bajó un poco la venta. Creo que la gente está muy contaminada por el tema de las promociones. Como decía, tratamos de cuidar la confianza de nuestros clientes. Puertas adentro tratamos de mejorar siempre. Aumentaron mucho los insumos. Los márgenes de rentabilidad bajaron mucho, pero soy un convencido que debemos revisar profundamente el tema de la rentabilidad y nuestra eficiencia a la hora de fabricar y vender. Somos muy de quejarnos, de invertir poco y echarle la culpa al Estado. Hay que tener paciencia, hay que invertir, hay que capacitar. A nosotros nos ha dado resultado.

¿Qué planes tienen en el corto y mediano plazo?

– Estamos con un plan bastante ambicioso. Natalia se va en diciembre a Barcelona para armar la empresa allá y exportar los muebles. La idea es abrir para abril una tienda como las que tenemos acá, mostrar que hacemos cosas buenas y trataremos de vendérselas al mundo. Paralelamente, estamos enfocados en hacer crecer el e-commerce acá y cómo hacer para vender afuera y traer plata acá. Hace más de un año que estamos trabajando para ver cómo podemos hacerle frente a un crecimiento grande. En cuanto a inversión, hicimos un plan de negocios con inversores externos, vendiendo la idea, un plan puntual. De mínima es abrir una tienda y que funcione. No es fácil, pero no es imposible. Lo hace todo el mundo, todo el mundo manda cosas para todos lados. No puede ser tan difícil para los argentinos empezar a vender las cosas que hacemos bien.

¿Y cuál es el objetivo de máxima?

– El plan contempla hasta cinco tiendas en Europa. Tenemos un pequeño estudio de mercado de lo que le pasa al turista extranjero cuando ve nuestros muebles. Eso queremos extrapolarlo. Creemos que contando una historia y cómo lo hacemos, que venimos de Sudamérica, con madera del sur, y otros argumentos de venta, podemos llegar a hacer una diferencia con nuestros muebles y objetos. En el país, apuntamos a abrir tiendas de la marca Mínimahuella en el interior, porque no conllevan un gran costo de estructura. Durante el último año invertimos mucho en maquinaria, en armar estructuras y comodidades en la fábrica para que funcione cada vez mejor. Tenemos todo para crecer.

Una empresa con perfil RSE

Talleres Sustentables tiene desde su origen un concepto de empresa que se vincula con la Responsabilidad Social Empresaria. La formalización de su acción en el campo de la RSE se dio cuando concretaron una alianza con la Fundación Reciduca, que acompaña a chicos de bajos recursos económicos a terminar el secundario, con apoyo psicológico, maestra particular y una asignación de dinero para que paguen el boleto y puedan solventar sus gastos.

“Lo iniciamos porque queríamos enseñar el oficio de carpintero a jóvenes de escuelas secundarias e la zona donde estamos instalados. Nos planteamos dos formas: una, cada vez que tenemos que tomar un empleado nuevo, la Fundación tiene chicos que hicieron el programa y que están en su banco de trabajo. Nos mandan los CV para que nosotros evaluemos. El otro mecanismo es el de las pasantías, que empezamos hace dos años: durante cuatro meses, una vez por semana, cuatro horas por día. Ahí vamos haciendo un perfil. Algunos de ellos, cuando terminan el secundario, los tomamos. Las chicas que entelan son de ese programa. Este año tuvimos 40 chicos que pasaron por la empresa. La idea es ir formándolos. Los muchachos que manejan los camiones también los formamos: no tenían registro, les pagamos el curso de manejo y sacaron el registro profesional del sindicato. El que hace seguimiento de producción tiene 19 años, no sabía manejar Excel y le enseñamos. Vimos que tenía mucha capacidad y hoy es un experto. Ese es nuestro proceso natural”, explica con entusiasmo Rodrigo Matta.

Pero la capacitación no es solo para los empleados: él mismo este año tomó un curso en la Escuela de Negocios del IAE-Universidad Austral. Matta cuenta que para la entrega de diplomas se selecciona a dos o tres empresas que participaron en los cuatro cursos del año para dar un discurso y contar la experiencia. Su caso fue seleccionado. “Nosotros trabajamos mucho con el cuidado del ambiente y el desarrollo social, un concepto que está de moda: las empresas de triple impacto como un nuevo paradigma de que las empresas no solo ganen plata sino que tienen que generar un mínimo impacto ambiental y un máximo impacto social. Nosotros lo hacemos de manera natural, no como una moda, desde que nació la empresa. Al contarlo en el curso me pidieron que compartiera la experiencia delante de todos los empresarios pymes”, recuerda Rodrigo.

Del plástico a la madera

En 2010, Rodrigo Matta hacía muebles a medida para edificios, supermercados, sucursales bancarias. Venía de heredar la fábrica de plásticos del padre donde hacían cubiertos descartables. “Yo me sentía cómplice de la contaminación haciendo eso. Tuve que llevar adelante la fábrica a los 18 años y durante cuatro años me dediqué a levantarla, pero realmente quería hacer algo que no tuviera nada que ver con eso. Así que decidí ser carpintero”.

Le costó bastante aprender el oficio porque lo hizo de manera autodidacta. “Aprendí la segunda lección: no quería hacer nada con basura y además quería enseñar a otros el oficio que tanto me había costado aprender”, destaca. Descubrió que la carpintería de obra no era lo suyo y empezó a hacer una colección de muebles con madera reciclada de demolición. La presentó en la feria Puro Diseño de 2010 “a precios exorbitantes y los vendí todos al tercer día. Esa fue la tercera lección: que el hecho a mano, diseñado y elaborado artesanalmente es muy valorado”.

Así arrancó Talleres Sustentables en 2010, con la premisa de “hacer algo que cuide el ambiente o que trate de generar el mínimo impacto ambiental, que esté hecho a mano y, de alguna manera, ayudara a enseñar el oficio. Arrancamos y enseguida me contacté con la Fundación Reciduca. Todos los chicos que hoy tenemos trabajando en la planta salieron del programa que hicimos con ellos. Eso también es parte de nuestra identidad y un orgullo”.

 

- Publicidad -

Notas Relacionadas